Querer sin poder.
Poder sin que quieran.
Limitado en mi ofrenda salvaje.
Impedido por la fuerza que me desata.
Y morir en cada atardecer por no darte lo mejor de mí.
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Renacer sin querer.
Querer hacerlo por momentos.
Instantes eternos que se tambalean.
Segundos que se clavan en lo más profundo de mí ser.
Y la ansiedad se engalana de nuevo con sus mejores intenciones.
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Sentidos a flor de piel.
Piel doblegada en profundos surcos.
Por donde fluyen todos mis ruegos y miedos.
Aquellos que quieren compartir un mismo camino.
Hacia una felicidad caprichosa y ansiada, necesaria y delicada.
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Y el cielo, me mira azul.
Como lo hago, cuando te lloro.
Y me conformo con tus gestos dedicados.
Queriendo amarrarte tan fuerte para no ahogarme de nuevo.
Porque te quiero, porque te busco, porque te pienso. Porque te necesito.
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Y aquí estoy tumbado.
En mi particular cárcel sin barrotes.
De oscuras paredes. Esperando que llegue la hora.
Tal vez para dormir o quizás para empezar a regalarte.
Todas los minutos que te debo, todos los mundos de los que hablamos.
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Y mientras, dibujo.
Con pinturas del corazón.
El mundo que de color debería empañar.
Los trazos que en blanco y negro empapaban el lienzo.
Y mientras lo rompo, lo creo de nuevo, y mientras te dibujo, te sueño.
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Y acerco mis manos.
Hacia tu rostro tan cercano.
Y te acaricio y te siento y te miro infinito.
Y cierro los ojos buscando tu sonrisa, anhelando tu figura.
Y no quiero despertar sin que tú me des permiso, sin que me salves al fin.
Autor:Jose Minguell
Foto: Jose Minguell